Esta
esperanza que nosotros tenemos
es
como un ancla del alma, sólida y firme.
Hebreos
6:19 (LPD)
En
primer lugar te explico que es un ancla.
Se llama también áncora y representó a
lo largo de los tiempos, el artículo naval que sirve para que el barco pueda
estar quieto en el agua, sin estar amarrado a un muelle. Consta de una caña
central y dos cuernos o patas que sirven para clavarse en el barro o las
piedras del fondo. Puede estar unida al barco por una soga o una cadena y pesa
desde 15 a 15.000 Kg., dependiendo del tamaño de la embarcación.
Se
usa generalmente, cuando un barco debe permanecer en un sitio a la espera de la
entrada a puerto, o porque esta realizando una operación en el río o el mar y
no hay muelle, o porque tiene un problema en su desplazamiento y no quiere
perder su rumbo o ruta.
Si
el motor o la vela del barco no funciona y no se tiró su ancla al agua para que
esta se enganche en el suelo y sujete el barco, se dice que este esta a la
deriva, es decir, esta sujeto al movimiento o corriente del agua que lo llevará
por donde quiera.
Este
instrumento en forma de T al revés, llevando amarrado una cuerda firme y fuerte
lanzada a lo profundo del mar es capaz de detener el barco tanto en el muelle como en alta mar. Es el freno de
emergencia una vez el barco está detenido.
El Apóstol Pablo, en la carta a los
hebreos, compara la vivencias de la fe
en Jesucristo, con el ancla que afinca
el barco de la vida con firmeza y
seguridad llegando a puerto seguro.
Esta
analogía se aplica bien al alma de las personas.
Nuestra vida es un viaje en
barco por las aguas de este mundo.
A veces el entorno social y espiritual hace
que nos rodee una tempestad que ataca nuestra embarcación: llamemos a esa
tempestad, dolores, enfermedades, desgracias, desencuentros, enemistades,
desengaños, traiciones, depresión y la lista seguiría interminablemente.
Cuando
estas cosas nos agobian, generalmente intentamos asirnos de algo o alguien para
sentir seguridad frente a tanta tormenta. Entonces cuando no sabemos que hacer
ni de donde agarrarnos, sentimos una sensación de vacío que se traduce en
angustia y desconcierto. Nuestra alma esta a la deriva, y el barco ira de acá
para allá sin rumbo y perdiendo el sentido del viaje, es decir el propósito de
la vida.
Creo
que en mayor o menor medida, todos nos hemos encontrado así más de una vez y
hemos buscado algo que nos alivie, que nos de seguridad y sirva para pasar con
más tranquilidad ese momento.
Leyendo
la Biblia, encontromos que Dios ha provisto para todos los que confían en Él, un
ancla espiritual para nuestro barco espiritual: La esperanza para el alma, es
definitivamente el ancla más segura para no quedar a la deriva.
El
texto bíblico dice:
Tenemos
como firme y segura ancla del alma, una esperanza que penetra hasta detrás de
la cortina del santuario, hasta donde Jesús, el precursor, entró por
nosotros. Hebreos
6.19-20 (Biblia NVI)
La
cortina del santuario a que hace referencia este párrafo bíblico era un lienzo
grueso que dividía dos ambientes del templo donde se realizaban los oficios
religiosos de los judíos.
La
parte externa se llamaba lugar santo y allí había objetos de culto y adoración
a Dios. La otra parte, mas interna, del otro lado de la cortina, era el lugar
santísimo, un ambiente oscuro, desierto y habitado solamente por un arca de
madera cubierta de oro que representaba la presencia de Dios en la tierra. A
ese lugar nadie podía entrar, significando la separación que había entre Dios y
los hombres a causa de nuestro pecado. Solamente el sacerdote mayor, una vez a
año se atrevía a entrar allí para ofrecer sobre el altar del arca, sangre de un
cordero sacrificado para ello, que hacía que el pecado de los hombres fuera
cubierto de la presencia de Dios y así Dios siguiera viviendo entre el pueblo
judío.
Pero
sucedió que cuando Jesucristo murió en la cruz, esa misma tarde, como a las 15 hs,
hubo un terremoto y la cortina del templo se rasgó y se pudo ver el lugar
santísimo. Ese lugar reservado solo para un sacerdote especial, quedó al
descubierto y todos pudieron observar allí dentro.
Esto
significó que Jesús, al morir en la cruz, dejo el camino abierto para llegar a
la misma presencia de Dios. Obviamente, para ello, hay que mirar con fe a la
cruz y creer que el santo ser que murió allí, era el hijo eterno de Dios que
moría en lugar tuyo y mío, para dejarnos libre el camino a la presencia de
Dios.
Así
que cuando confiamos en Dios y Jesús es nuestro salvador, porque lo aceptamos
como tal, un ancla de esperanza sale de nuestra alma y se clava en el lugar
santísimo, porque allí esta la fuente de toda esperanza, Dios.
Así,
cada vez que nuestra vida sucumbe frente a tantas angustias, dolores y
fracasos, la esperanza en Dios nos sujeta a el y sentimos seguridad porque hay
esperanza en Dios, cuando ya no tenemos otra esperanza en las cosas materiales
o en las personas.
Hebreos
10.14 – 23 dice:
Porque
con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está
santificando. También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero
dice: «Éste es el pacto que haré con ellos después de aquel tiempo —dice el
Señor—: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente.»Después
añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.» Y cuando éstos han
sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.
Así que,
hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el
Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de
la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote
al frente de la familia de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero
y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una
conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.
Mantengamos firme la
esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Te invito a que elijas la esperanza y la fe en Dios como la mas segura ancla
para tu alma, para sentir la seguridad y la paz que estas buscando cuando la
vida se hace difícil.
Que
Dios te ilumine para entenderlo como yo lo hice un día y poder disfrutar de
esta esperanza.
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Pas. Cristian E. Pérez
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