jueves, 4 de diciembre de 2014

Reflejando La Actitud Cristiana!



(ROMANOS 15:5.)
“Que el Dios que suministra aguante y consuelo les conceda tener entre sí la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús.” 


Existen personas que tienen mala conducta, aún cuando tienen buen proceder. Y también tenemos a quienes tienen mal proceder, pero tienen buena conducta.

El proceder y la conducta son cosas que se aprenden por la enseñanza y ejemplo. No son cosas innatas en el ser humano. Una vez se aprenden, se convierten en un estilo de vida.

La conducta está relacionada con la conciencia, con la moral y los principios. La conducta es lo que definimos como nuestra costumbre.

La ACTITUD es el comportamiento; el trato con las demás personas, las leyes, el comercio, la justicia y la cultura de la sociedad en que vivimos.


La conducta es calificada por los principios y valores establecidos. En nuestro caso como cristianos, es por la Biblia, la cual contiene los 10 mandamientos, otros decretos y estatutos.

La ACTITUD es calificada por la intención de los hechos; por el espíritu y propósito.

Tanto la conducta como la actitud, son aspectos de la vida cristiana que cuando los tenemos bien definidos y guían nuestro estilo de vida cristiana, hacen la vida de santidad sumamente atractiva.

La ACTITUD marca la diferencia en la vida. Una actitud despreocupada o diligente, positiva o negativa, hostil o colaboradora, quejumbrosa o agradecida, puede influir mucho en la manera de tratar diferentes situaciones y en la reacción de otras personas. 
Con una buena actitud se puede ser feliz incluso en circunstancias difíciles. Al que tiene una mala actitud nada le parece bien, aun cuando, desde un punto de vista objetivo, la vida sea buena.

La actitud es un sentimiento interior expresado en la conducta. 
Es por eso que a la actitud se la ve sin decir una sola palabra. 
¿No hemos visto la cara hundida del malhumorado, o la mandíbula saliente del decidido? De todas las cosas que usamos,
 nuestra expresión es la más importante.

Como la actitud se expresa con frecuencia en nuestro lenguaje corporal y se nota en la expresión de nuestro rostro, puede ser contagiosa. ¿Han notado lo que sucede a un grupo de gente cuando una persona, por su expresión, revela una actitud negativa? O, ¿han notado el estímulo que reciben cuando la expresión facial de un amigo muestra amor y aceptación?

Como en todo lo demás, Jesucristo puso el mejor modelo de una buena actitud. Dijo: “Yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo” (Juan 13:15).

Para ser como Jesús, primero tenemos que aprender de él.* Debemos estudiar su vida con la intención de hacer lo que el apóstol Pedro recomendó: “Ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención” (1 Pedro 2:21).

Nuestro objetivo es parecernos a Jesús tanto como nos sea posible, lo cual incluye cultivar su actitud mental.

¿Qué supone tener la actitud mental de Cristo Jesús?

El capítulo 15 de la carta que Pablo escribió a los Romanos nos ayuda a contestar esta pregunta. Pablo se refiere a una cualidad sobresaliente de Jesús en los primeros versículos de este capítulo, al decir:

 “Nosotros, pues, los que somos fuertes, debemos soportar las debilidades de los que no son fuertes, y no estar agradándonos a nosotros mismos.
 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para la edificación de este. Porque hasta el Cristo no se agradó a sí mismo; sino que, así como está escrito: ‘Los vituperios de los que te vituperaban han caído sobre mí’” (Romanos 15:1-3).

A fin de imitar la actitud de Jesús, se anima a los cristianos a prepararse para satisfacer humildemente las necesidades ajenas en vez de agradarse solo a sí mismos. De hecho, esta buena disposición de servir con humildad a los demás es una característica de los que “son fuertes”. Jesús, el hombre con mayor fortaleza espiritual de todos los tiempos, dijo de sí mismo: “Así como el Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mateo 20:28).

 Como cristianos, nosotros también queremos esforzarnos por servir a los demás, entre ellos a “los que no son fuertes”.

Otra característica sobresaliente de Jesús fue su modelo siempre positivo de pensamiento y acción. Nunca permitió que la actitud negativa de los demás influyera en su buena actitud para servir a Dios; y nosotros tampoco debemos permitirlo. Cuando se le rechazó y persiguió por adorar a Dios con fidelidad, Jesús aguantó pacientemente y sin quejarse. Sabía que los que intentaran agradar a su prójimo en ‘lo que era bueno para su edificación’ deberían esperar oposición de este mundo incrédulo y falto de comprensión.

¿Reaccionaríamos como lo hizo Job si un compañero cristiano nos dijera bondadosamente que estamos dando muestras de una actitud defectuosa? Al igual que Job, nunca ‘atribuyamos nada impropio a Dios’ (Job 1:22). Si sufrimos injustamente, no nos quejemos nunca ni pensemos que Dios es responsable de nuestras dificultades. No tratemos de justificarnos ni olvidemos que, sin importar los privilegios que tengamos en el servicio de Dios, aún somos sus siervos (esclavos) y debemos tener la actitud correcta ante cualquier circunstancia.

A veces la actitud puede simularse exteriormente engañando a los demás. Pero por lo general este fingimiento no dura mucho. La actitud siempre trata de aflorar.

Si nos remontamos muchos años, cuando Dios le habló a Moisés que no entraría a la Tierra Prometida, imagino que estas palabras trabajaron mucho en la vida de este hombre. Creo que por un momento debió haber pensado: “todo lo que he realizado y por una acción, no veré lo que anhelaba”. Dios había establecido un plan, Moisés lideraba al pueblo de Israel para que alcanzaran la promesa que se les había dado. Sin embargo, Moisés experimentó las consecuencias de su decisión.

Números 20:11-12
11 Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. 12 Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.

Muchas veces, como seres humanos, tomamos decisiones sin pensar, nos dejamos llevar por los impulsos y luego decimos, “si hubiera pensado sin coraje, quizás, no hubiera pasado esto”.

Puede que hayas conquistado grandes territorios, naciones y familias  No obstante, con tu actitud, hicistes que el plan que había sido diseñado para ti, se deshiciera. No somos perfectos, pero hay áreas en nuestras vidas que podemos mejorar y día a día cambiar. Con nuestras malas actitudes no logramos realizar mucho del trabajo que debemos hacer para el Reino de Dios. El Señor quiere que tú y yo alcancemos nuestra Tierra Prometida, no que la veamos de lejos. Dios quiere que entremos y conquistemos lo que prometió para nuestras vidas.

Pon atención a esto:
Te invito a realizar el siguiente ejercicio: Piensa en algo bueno que te haya ocurrido recientemente, y hazte las siguientes preguntas: ¿Cómo fueron mis pensamientos? ¿Qué emociones se dispararon? ¿Cómo fue mi actuación?

Ahora piensa en algo malo, algo que a ti no te gustó y hazte las mismas preguntas. De seguro no te gustó tu actuación. Tu estado de ánimo cambia de acuerdo a la situación o circunstancia que estés viviendo.

Todo en la vida es un asunto de control. Nuestra naturaleza es querer controlarlo todo y vivir la vida a nuestra manera, si sigues así terminarás mal. Queremos controlar a Dios, controlar a las personas y controlar las situaciones, y lo que sucede es que cuando actuamos así vivimos en un descontrol, la vida se nos escapa de nuestras manos y ocurren las tragedias. ¿Cuál es tu tragedia?

Las tragedias hacen infelices a muchas personas y si tú quieres alcanzar la felicidad debes dejar de arruinar tus pensamientos. Los pensamientos los puede controlar. Tu mente se alimenta de los pensamientos que les das. Tus acciones son resultados de tus pensamientos.


Ten ánimo y lucha por tus sueños, Dios prometió que obtendríamos grandes logros en tu vida y así será, no dejes que el coraje, el enojo, el celo y la frustración impidan ese plan. No permitas que una mala actitud te lleve a cometer actos que no te permitan disfrutar de los sueños que el Señor pensó para ti.


Pas. Cristian E. Pérez

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